En un mundo prácticamente desierto, cada oasis debe ser considerado como una victoria. La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) ha acaparado más titulares en los último años en el terreno de juego de lo político que de lo científico. La movilización de los pacientes y familiares es una parte esencial en todas aquellas patologías huérfanas de tratamiento; agitar lo político y lo social para que el temblor se acabe sintiendo en los laboratorios. Este paso es tan necesario como frustrante, pero suele dar sus frutos. Toda esta pelea se traduce en conciencia. Y así se logran avances como los que acaban de publicar un grupo de investigadores de la Western University de Ontario (Canadá).