Festividad de San Alberto Magno

San Alberto

Nuestro patrón

San Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en Lauingen, Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206. Es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga,


analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.

Nuestra festividad

Todos los años, sobre el 15 de noviembre, los químicos celebramos a nuestro patrón San Alberto Magno.

Los actos, generalmente, consisten en una misa por nuestros compañeros fallecidos y en una cena en la cual, en un ambiente festivo que aprovechamos para estrechar nuestros lazos, entregamos las distinciones y premios que nuestras organizaciones hayamos concedido a lo largo del año.

SAN ALBERTO MAGNO

Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el gobierno y en la alta sociedad. Su padre era Conde, o sea gobernador de la región. Estudió en la Universidad de Padua. Allí se encontró con el más grande pescador de vocaciones, el beato Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, y aunque el padre de Alberto se oponía a que su hijo se hiciera religioso, sin embargo la personalidad de Jordán fue tan impresionante para él, que dejó todo su futuro de hacendado, político y hombre de mundo, y entró de religioso con los Padres Dominicos.

Él mismo contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba..

Dedicó, casi ochenta años, a poner al alcance de los medievales la ciencia acumulada hasta entonces por los griegos y por sus discípulos los árabes y judíos, traducida al latín en Toledo, Nápoles, Salerno y Ripoll. Los restos de San Alberto reposan en la iglesia de San Andrés situada a pocos metros de la catedral de Colonia.

Escribió de todo, porque disfrutaba haciéndolo. Y así su producción literaria adquirió unas proporciones no superadas por nadie: 38 gruesos volúmenes en la edición de Borgnet (Paris 1890-1899). ¡Ciento cincuenta años! han calculado los investigadores del Instituto Albertino (Bonn) que tardarán en terminar la edición crítica de sus escritos. Entre las obras albertinas se cuentan tratados de lógica, metafísica, matemáticas, física y química, medicina y astronomía, fisiología animal, filosofía y teología, y comentario a los antiguos, sin excluir varios ensayos sobre saberes prácticos, como un manual del perfecto jardinero.

Fue tan pulcro en sus descripciones, y tan deseoso de que sus experiencias pudieran ser útiles a la posteridad, que todavía hoy, al cabo de tantos siglos, es posible reproducir en un laboratorio sus técnicas químicas.

San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones talas como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento".

Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.

En Colonia, en París y en varias otras universidades fue profesor brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus clases. Él tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía, y preparó el material que habría de usar Santo Tomás para su genial síntesis, que Alberto conoció y defendió, pero que nunca llegó a comprender.

No es fácil destacar aspectos del saber científico en que San Alberto haya aportado verdaderas novedades. Fue fundamentalmente un recopilador, un curioso de la especulación, un apasionado de la naturaleza y de la cultura antigua. En algunas disciplinas, su obra no pasa de ser, después de setecientos años, un momento histórico del progreso científico.

En 1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su testamento y muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de noviembre de 1.280.

Fue canonizado por Pio Xl el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo declara Patrono de los científicos.

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