Pueden reemplazar materiales intensivos en CO², como el cobre, el acero y el aluminio en las industrias de construcción, aeroespacial, automotriz y otras. Son la apuesta global para una transición energética en marcha. Los nanotubos de carbono, filamentos 2 000 veces más finos que un cabello, ya se utilizan en las baterías adecuadas para dispositivos electrónicos portátiles, y cada vez en más compuestos estructurales, cables eléctricos y sensores en textiles inteligentes y tecnología ponible. Pero ¿pueden reciclarse? ¿Y si llenamos el mundo de nanotubos de carbono y acaban siendo el gran problema del nuevo siglo?.
Actualmente, la capacidad mundial de producción de nanotubos de carbono (CNT) está en el orden de los 10 kt/año, una tasa que aumenta aproximadamente un 30% anualmente. Y esto podría acelerarse a escala de megatoneladas si los esfuerzos de iniciativas como Carbon Hub tienen éxito y los nanocarbonos comienzan a estar disponibles como coproductos del hidrógeno turquesa. Incluso se espera de ellos que sirvan para desplazar a los metales. Desde el Instituto IMDEA Materiales acabamos de publicar en la revista Carbon un trabajo innovador que demuestra, por primera vez, la capacidad de reciclar láminas de nanotubos de carbono (CNT) de alto rendimiento preservando su forma, alineación estructural, propiedades mecánicas y eléctricas y su flexibilidad intrínseca.